Tengo comprobado que el poner en práctica ciertas normas de mi religión, tienen un efecto positivo en la vida. El hacer oración es preguntar, responder, darle vueltas a ciertos asuntos, y llegar a respuestas. El ofrecer el trabajo a Dios, por razones obvias te hace esforzarte más, pues quieres regalar algo bonito. El recordar a medio día a nuestra Madre, es una pausa refrescante. El llevar a cabo un examen de conciencia, nos hace reconocer errores y reforzar lo bueno. El empezar el día con Misa y Comunión te cambia el día, reforzando todo lo anterior. Sin embargo, yo no dejaba de verlo como algo terrenal. Me parecía muy obvio que éstas acciones tengan, por su misma naturaleza, efectos positivos. No dudaba que todo esto fuera agradable a Dios. Pero nada más. Pero después viene la "magia"… esa que yo sé que no es magia… La oración se vuelve una conversación. Viene la continua conciencia de que uno no está sólo....